El poder blando es una herramienta de política exterior. Se trata de moldear las percepciones y actitudes globales utilizando elementos como la música, la moda y el deporte. La Copa Mundial de la FIFA es quizás la plataforma definitiva del poder blando, con 32 países expuestos a miles de millones de personas.
Durante el acontecimiento, se pudieron observar tres tipos de poder blando: Poder blando “brillante”, que proviene de altos niveles de rendimiento y genera sentimientos de admiración; poder blando “bello”, que inspira esperanza y un sentimiento de unión; y poder blando “benigno”, que se encuentra en las actitudes positivas y el altruismo.
Utilizando estas categorías hemos determinado las siguientes clasificaciones nacionales para la “Copa Mundial del Poder Blando” de 2022.
Ganador: Francia
En la clasificación mundial del poder blando, Francia se alzó con la victoria en la Copa Mundial de la FIFA Rusia 2018. En 2022, las actuaciones del equipo de fútbol no han hecho sino reforzar la imagen y la reputación nacionales. El equipo es el epítome de un poder blando “brillante”, que combina estilo y elegancia con una aguda competitividad, y proyecta una imagen cosmopolita, diversa y unida.
Un jugador (posiblemente el mejor del mundo en estos momentos) es fundamental para ello: Kylian Mbappé. Su club, el Paris Saint Germain (PSG), es una parte importante de la historia de poder blando de Francia, ayudando a construir sus credenciales a través de una combinación cuidadosamente gestionada de fútbol, moda y música.
A principios de este año, el presidente francés Emmanuel Macron intervino supuestamente para persuadir a Mbappé de que no abandonara el PSG para fichar por el Real Madrid, tal es su importancia para Francia. Macron entiende perfectamente la necesidad de encanto, estilo y confianza en los asuntos mundiales.
Cuando voló a Doha tras el pase de Francia a semifinales, se reunió con el Emir de Qatar. En el tiempo añadido de la final, consoló repetidamente a Mbappé.
Subcampeón: Corea del Sur
Maestros del poder blando “inspirador”, la estrella de Corea del Sur sigue subiendo. Esto es en parte resultado de la política gubernamental, pero también del patriotismo entusiasta del sector privado.
El primer partido de Corea del Sur en el torneo llegó tras la aparición del cantante Jung Kook en la ceremonia inaugural. Kook es cantante de BTS, un grupo que ha estado a la vanguardia de lo que se ha dado en llamar la “ola coreana” (u onda K), que situó al país en el centro de la escena mundial del cine, la televisión y la música. Junto con Kook llegó el fabricante de automóviles Hyundai-Kia, que tiene un acuerdo de patrocinio con BTS y es también uno de los principales patrocinadores de la FIFA.
Corea del Sur también ha tenido la suerte de contar con su mejor jugador, Son Heung-min, del Tottenham Hotspur, que se ha recuperado de una lesión y ha aportado reconocimiento mundial a la selección. El estilo de juego arrollador de los surcoreanos, acompañado de una afición exuberante, se adaptó perfectamente a la energía nacional, que los ha convertido en un monstruo de la cultura popular del siglo XXI.
Tercer puesto: Marruecos
Con una clasificación futbolística anterior a la competición por debajo de los 20 primeros, un historial de bajo rendimiento en los grandes torneos y sin jugadores de renombre, las expectativas no eran altas. Pero esta Copa Mundial ha resultado ser un triunfo para Marruecos, dentro y fuera del campo.
La forma alegre y desinhibida con la que compitió el equipo generó un considerable valor de poder blando, al igual que algunos de sus jugadores. La imagen del centrocampista Sofiane Boufal bailando en el campo con su madre tras la victoria de su equipo sobre Portugal fue un convincente acto de unión y familia que ha calado en gente de todo el mundo. Posteriormente, muchos adoptaron a los Leones del Atlas como su segundo equipo favorito.
En ningún lugar fue esto más evidente que en todo el mundo árabe, donde Marruecos ha progresado más que cualquier otro equipo anterior de Oriente Medio o el norte de África.
El apoyo público de los jugadores marroquíes a Palestina también contribuyó a que el equipo estrechara lazos con los aficionados de toda la región.
Cuarto puesto: Japón
Japón ganó muchos aficionados nuevos en Catar. Al igual que en el torneo de 2018, los hinchas japoneses llegaron en gran número, y de nuevo se encargaron de limpiar los estadios después de los partidos. Sumándose a su posición de campeones del poder blando “benigno”, la selección japonesa también limpió sus vestuarios después de sus partidos.
Ordenar tiene historia en Japón. Mucho antes de que Marie Kondo apareciera en escena, ordenar y limpiar formaban parte de las costumbres nacionales. Poner orden en Catar reforzó esta convención popular y aprovechó su potencial de poder blando.
Pero el torneo no se limitó a actos de altruismo. El equipo celebró asombrosas victorias contra dos de las superpotencias futbolísticas europeas, Alemania y España.
Quinto puesto: Arabia Saudí
Los Halcones Verdes se dirigieron a Catar como representantes de una nación ampliamente vista como paria. Y aunque el equipo cayó eliminado en la fase de grupos, se ganó muchos corazones y mentes en el proceso.
Un gran número de aficionados acudió a Doha, su sede antes de los partidos, lo que pone de relieve su atractivo. Esto se vio reforzado por una publicación viral en las redes sociales que mostraba a un gran número de seguidores bailando una canción pop de 1996 después de que Arabia Saudí venciera a Argentina, a la postre campeona.
Y aunque siguen existiendo preocupaciones legítimas sobre las maquinaciones políticas de Arabia Saudí (y no menos acusaciones de lavado de imagen deportivo), los acontecimientos de Catar mostraron a los ciudadanos saudíes bajo una luz diferente y positiva. La pasión nacional por el fútbol humanizó a los aficionados que viajaron.
Mención especial: Catar
Desde el mismo momento en que presentó su candidatura para albergar la Copa Mundial, Catar ha tratado de proyectar poder blando. La hospitalidad del país, la ausencia de violencia radical y las vibrantes zonas de aficionados parecen haber jugado a su favor.
Pero también puede encontrarse en una situación de desventaja, ya que persisten las preocupaciones sobre los trabajadores inmigrantes y los derechos del colectivo LGBTQ+. La prueba será cómo se hablará de Catar –la nación y el acontecimiento que acogió– en los años venideros. Por ahora, sin embargo, aunque los jugadores y los aficionados no lo sientan así, la gran victoria de poder blando pertenece a Francia.
Simon Chadwick, Professor of Sport and Geopolitical Economy, SKEMA Business School and Paul Widdop, Researcher of Sport Business, University of Manchester
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.