Este contexto plantea un reto fundamental para la cultura organizacional: el riesgo de que "lo urgente mate lo importante". Cuando el personal está "quemado" y con la mente ya puesta en las vacaciones, ¿cómo lograr que el equipo mantenga la motivación intrínseca y el sentido de pertenencia?
Líderes de diferentes organizaciones, incluyendo pymes y empresas con realidades muy diversas, coinciden en que la gestión efectiva en esta etapa requiere mucho más que solo un incentivo rápido que "dura dos segundos". Si el objetivo es un crecimiento que sea percibido como desarrollo y no como caos, la clave reside en la planificación de las acciones vinculadas con la cultura, la diversidad de propuestas y, fundamentalmente, en la escucha activa.
¿Cómo transformar esta época de agotamiento en una oportunidad para reforzar la cultura organizacional? Poniendo a las personas en el centro y asegurando que cada colaborador se sienta involucrado y sepa que él es el principal capital que la empresa debe seguir sosteniendo.
En este marco, Great Place To Work enumeró algunas prácticas que, bien implementadas, permiten a los colaboradores superar la dicotomía entre la urgencia del negocio y el bienestar personal.
Planificar para cuidar el bienestar
La planificación ordena el trabajo, pero también protege los espacios de conexión humana. En Cóndor Technologies, por ejemplo, crearon el Proyecto Microclima que consiste en un calendario anual de acciones culturales con presupuesto propio y responsables asignados de su ejecución.
El objetivo es garantizar que las acciones de bienestar y reconocimiento no se posterguen por las urgencias del negocio. Así, las iniciativas de reconocimiento, bienestar y desarrollo no se improvisan ni dependen del ánimo del momento, sino que se llevan a cabo tal como fueron planificadas y calendarizadas.
Generar espacios comunes y descontracturados
La motivación crece cuando las personas se sienten parte de algo compartido. En Viña Cobos, los asados de integración de los viernes reúnen a todas las áreas —desde producción hasta administración— en un mismo espacio. Son encuentros breves, pero simbólicos: rompen jerarquías, fomentan vínculos y refuerzan la idea de que el éxito del negocio se construye entre todos.
Estos espacios descontracturados, bien comunicados y coherentes con la cultura, alimentan la pertenencia más que cualquier beneficio individual.
Escuchar activamente y promover el diálogo
El fin de año también puede ser un momento para detenerse a escuchar. En Popcorn, los cafés virtuales y las reuniones abiertas de feedback crearon una dinámica donde las “charlas incómodas” dejaron de ser tabú.
Hablar de lo que no funciona con respeto y apertura fortaleció la confianza interna y mejoró la colaboración entre áreas.
Dar autonomía y protagonismo
Una estrategia eficaz para sostener la energía es involucrar a los equipos de trabajo en las decisiones. En OgaX, proponen actividades diversas para ello: charlas, torneos y encuentros informales, donde permiten que los colaboradores elijan en cuáles quieren participar.
Esa diversidad, genera mayor adhesión al mismo tiempo que visibiliza líderes naturales que contagian entusiasmo y sentido de pertenencia.
Reconocer y celebrar con propósito
Reconocer los logros no debería ser un trámite de fin de año, sino una práctica cultural. Muchas organizaciones aprovechan este momento para recordar el recorrido y agradecer los esfuerzos.
Ejemplos como las cajas navideñas personalizadas según los gustos de los colaboradores, los días libres de cumpleaños o los festejos por aniversario son más que beneficios, son señales de aprecio.
Sostener la continuidad
Las acciones aisladas motivan por un momento, las continuas construyen cultura. Las empresas que logran mantener el clima positivo son las que convierten los gestos en hábito.
Un café, una reunión de equipo o una simple encuesta de percepción, cuando se repiten con propósito se transforman en la base de un entorno previsible, humano y confiable.
Lograr participación y sentido de pertenencia
En el último tramo del año, la motivación hay que construirla con participación.
Los equipos se comprometen cuando entienden el propósito detrás de cada acción y sienten que su voz influye en las decisiones. Esa es la diferencia entre una propuesta “para” el personal y una iniciativa “con” el personal.
Involucrar a las personas en la toma de decisiones
La participación real comienza cuando las personas son parte del proceso, no solo del resultado.
En Popcorn, por ejemplo, este año decidieron hacer más democrático el cierre del año y los colaboradores votaron si preferían la fiesta de día o de noche. Detrás de esta acción simple hay un mensaje profundo: tu opinión importa y tu elección también. La democracia interna fortalece la confianza y refuerza la cultura del diálogo.
Identificar líderes informales que contagian entusiasmo
Toda organización tiene personas que generan conexión y energía positiva. Detectar a esos pequeños líderes —los que impulsan, motivan y vinculan— permite multiplicar el efecto cultural.
En OgaX, por ejemplo, las propuestas de actividades muchas veces surgen de los propios equipos de trabajo y la dirección las acompaña en lugar de dirigirlas.
Al distribuir el liderazgo, la motivación se vuelve colectiva.
Personalizar las experiencias
La personalización también refuerza el sentido de pertenencia. En Viña Cobos, además de los beneficios tradicionales, se crean experiencias únicas: visitas familiares a la bodega, celebraciones por antigüedad o detalles pensados para cada colaborador.
Estas prácticas transmiten que cada colaborador es una persona con su historia propia.
Las acciones personalizadas generan emociones positivas y dejan huella porque conectan con el reconocimiento genuino.
Si bien ninguna de estas iniciativas asegura que el agotamiento de fin de año desaparecerá, sí es cierto que permiten llegar con mayor margen y estímulos, con certezas y un ambiente confiable. Es la época de hacer el último esfuerzo y algunas de estas prácticas permiten lograr que el impacto del cansancio sea menor.