En este contexto, el retraso de la edad de retiro constituye una de las herramientas más potentes para contener el gasto en pensiones. El alargamiento de la vida laboral no solo contribuye a contener el gasto previsional, sino que también redunda en una mayor recaudación por cotizaciones. Este motivo inspiró, por ejemplo, el incremento progresivo, desde 2013 a 2027, de la edad de jubilación ordinaria en España hasta los 67 años. Pero este tipo de reformas, como muestran las protestas de las últimas semanas en Francia, no resultan populares.
Tradicionalmente, los responsables políticos han albergado dudas respecto a la eventual existencia de una relación directa entre el alargamiento de la vida laboral de los trabajadores adultos próximos al retiro y las oportunidades profesionales de los jóvenes. Con base en esta preocupación, no son pocos los gobiernos que han favorecido la jubilación anticipada. Indudablemente, la existencia o ausencia de dicho relación resulta de interés en Estados con elevadas tasas de desempleo juvenil (muy superiores a la media europea), como España, Italia, Portugal o Grecia.
¿Qué nos dice la ciencia económica?
Sin embargo, la teoría económica dista de avalar esta simplista relación de compensación entre empleo juvenil y ocupación de trabajadores de edad avanzada. Este supuesto descansa en la falacia de la cantidad fija de trabajo, que postula que el volumen de empleo en una economía es constante.
Sin embargo, los resultados laborales de los distintos segmentos poblacionales no son exógenos. Constituyen, de hecho, el producto de la interacción de diferentes elementos del mercado de trabajo. A modo de ejemplo, si la ocupación y las remuneraciones se ajustan en respuesta a cambios institucionales, el fomento de la jubilación anticipada puede traducirse en mayores salarios al reducir la oferta laboral. Un desempeño de este tipo no facilitará la entrada al mercado laboral de personas anteriormente desocupadas.
No obstante, desde un punto de vista teórico, la presencia de rigideces en el mercado laboral (tales como los salarios mínimos o los convenios colectivos) puede limitar la flexibilidad de los salarios. En este contexto, políticas que incrementen la plantilla de trabajadores con edades avanzadas tendrían dos efectos de signo contrario sobre el empleo juvenil.
El primero de ellos sería negativo y estaría asociado a la menor productividad marginal del trabajo al incrementarse el número de trabajadores.
El segundo de estos efectos, positivo, tiene que ver con la mayor productividad marginal de los jóvenes al elevarse el número de trabajadores de edad avanzada. Este último elemento favorecería la contratación de los trabajadores de menor edad.
La literatura destaca el grado de complementariedad de ambos tipos de trabajadores como el elemento clave para determinar el impacto final del retraso de la jubilación sobre las circunstancias laborales de los jóvenes. La sustitubilidad de ambos tipos de ocupados no resulta obvia. Estos grupos de trabajadores poseen niveles de capital humano general (transferible entre empresas) y específico (no transferible) sustancialmente diferentes.
Del consenso a las dudas razonables
Los estudios empíricos sobre esta cuestión resultan, por ende, cruciales. Hasta hace poco más de una década, la práctica totalidad de las investigaciones disponibles apuntaban a la ausencia de un efecto negativo del retraso de la edad de jubilación sobre el empleo juvenil. La gran mayoría de estos trabajos, sin embargo, se centraban en explorar correlaciones entre las variables de interés. Este tipo de diseño de investigación no recogía necesariamente el impacto causal de las políticas de cambio de la edad de jubilación.
Al calor de la llamada revolución de la credibilidad en economía, los últimos años han sido testigos de la masiva aparición de nuevos estudios basados en experimentos naturales o cuasiexperimentos. Estos trabajos aprovechan la existencia de reformas razonablemente exógenas al desempeño del empleo juvenil (por ejemplo, la elevación de la edad legal de retiro para ciertos segmentos de trabajadores). En este contexto, bajo ciertos supuestos, son capaces de identificar un grupo tratado y un grupo de control. Este tipo de diseño permite aislar el efecto causal de una política, más allá de la existencia de correlación.
Sorprendentemente, una parte relevante de esta nueva hornada de trabajos arroja resultados muy distintos a los de la primera ola de estudios. En efecto, una proporción importante de esta reciente literatura empírica identifica efectos negativos relevantes del retraso de la edad de jubilación en distintas reformas llevadas a cabo sobre el acceso de los jóvenes al mercado de trabajo.
Estas investigaciones comprenden estudios realizados para Italia, Países Bajos, Portugal, Noruega, Estados Unidos o Corea del Sur. Sus resultados indican que el grado de sustitución entre los trabajadores jóvenes (especialmente aquellos con educación superior) y los ocupados próximos al retiro sería mayor que el que los economistas hemos asumido tradicionalmente.
Una aproximación ponderada
El alargamiento de la vida laboral representa, indudablemente, la herramienta más poderosa para salvaguardar la salud financiera de los sistemas públicos de pensiones. Hasta hace pocos años, el consenso acerca de la ausencia de efectos negativos relevantes de esta política sobre el empleo juvenil resultaba virtualmente total. Sin embargo, investigaciones recientes arrojan resultados contrarios a esta creencia generalizada entre los economistas.
En este sentido, conviene que los responsables de establecer políticas económicas ponderen adecuadamente los pros y contras de este tipo de medidas y contemplen sus posibles efectos negativos sobre el empleo juvenil. Este ejercicio de reflexión revestiría especial relevancia en aquellos países en los que la inserción laboral de los jóvenes enfrenta obstáculos importantes.
En todo caso, por sus efectos sobre las finanzas públicas, no parece recomendable recuperar las políticas pasadas, que fomentaban el retiro temprano. En todo caso, las proyecciones demográficas para las próximas décadas apuntan a una escasez de mano de obra. Al margen de otras cuestiones, este último hecho debería conducir a mejorar las perspectivas laborales de la población más joven.
José-Ignacio Antón, Profesor Titular de Economía, Universidad de Salamanca
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.