A partir de las investigaciones del TREND LAB de Youniversal, explorando motivaciones y tendencias de consumo en distintas categorías, para Díaz Alarcón, la “bolucompra” es una adquisición impulsiva que, aunque pueda parecer innecesaria, muchas veces satisface una necesidad emocional o psicológica. En países como los Estados Unidos, donde el hiperconsumo está más generalizado, estas compras son frecuentes y de bajo costo. Sin embargo, en Latinoamérica, este fenómeno se da de manera diferente debido a las limitaciones económicas: "En Argentina hasta las bolucompras para muchos consumidores, son caras", afirma Díaz Alarcón. “No hay nada que cueste centavos, lo que hace que incluso este tipo de compras en principio accesorias, sean más significativas a nivel de desembolso para la gente. De hecho, en nuestras últimas investigaciones encontramos que 6 de cada 10 declaran que dejaron de darse “gustos o mimos” de consumo por razones económicas, pero 8 de cada 10 también acuerdan con que darse esos gustos los hace sentir bien”, agrega.
El debate sobre este tipo de compras no solo abarca lo económico, sino también lo subjetivo. Según Díaz Alarcón, es crucial preguntarse qué tiene valor para uno como consumidor, reconociendo las razones personales, históricas o emocionales que impulsan cada compra: “Desde lo que observamos en nuestras investigaciones con distintos targets y sectores, cada compra implica lo que es valioso para cada uno, ¿vale la pena tenerlo? ¿Lo deseas, lo necesitas? A veces el consumidor compra algo no porque lo necesite realmente, sino porque piensa “trabajo mucho y me lo merezco”. Es una forma de recompensa personal, una afirmación de que el esfuerzo merece una gratificación y una forma de compensar la tensión”, reflexiona la especialista.
La moda y los accesorios son ejemplos perfectos de este comportamiento. Para muchos, estas compras representan más que simples objetos; son talismanes que proporcionan una sensación de seguridad, poder y autoafirmación: "A veces, ciertos accesorios al consumidor lo hacen sentirse fuerte, o siente que le aportan desde lo emocional de alguna manera", añade Díaz Alarcón. En este sentido, la compra no se justifica por su funcionalidad, sino por el aporte emocional, aunque el producto esté lejos de ser de primera necesidad.
Si bien en América Latina el hiperconsumo no está tan extendido como en otras regiones, Díaz Alarcón advierte que el impacto ambiental del consumo y de las bolucompras en particular, no puede ignorarse: "La suma de muchas pequeñas compras impulsivas tiene un impacto no solo en el bolsillo, sino también en el planeta". El desafío, entonces, radica en encontrar un equilibrio entre satisfacer deseos personales y reducir el impacto ambiental del consumo.
“El concepto de "bolucompra" no es solo una tendencia de consumo; es una ventana hacia la forma en que los consumidores argentinos equilibran el deseo, la necesidad y los valores personales, en un contexto donde muchas veces el acceso está limitado por las circunstancias económicas”, concluye Díaz Alarcón, y agrega: “la clave está en preguntarnos por lo que realmente valoramos y cómo esas decisiones de compra reflejan nuestras aspiraciones, nuestra identidad, pero también nuestro impacto”.