La voluntad de las mujeres por estar presentes en el empleo ha crecido desde niveles inferiores al 30 % a mediados de los años 80 del siglo pasado, hasta el 53,79 % al cierre de 2022. La brecha de género de este indicador se sitúa ahora por debajo del 10 %, cuando en los años 90 del siglo XX estaba en el 35 %.
Ahora bien, los índices de segregación por género sufren una revolución estancada: la mayoría de mujeres y hombres siguen entrando a trabajar en ramas de actividad y ocupación donde hay un predominio de personas del mismo sexo.
Ocupaciones y género
Según las investigaciones del Grupo Mujeres en Mundos de Hombres de la Universidad de Oviedo a partir de los datos del censo de población de 2011 (el último disponible), en España, el 31,1 % de las mujeres trabajaban en ocupaciones en las que más del 70 % eran también mujeres. Más aún, sólo un 18 % trabajaba en ocupaciones en las que se daba una situación de paridad.
Otras estudiosas del tema han concluido que las mujeres se concentran más en las ocupaciones femeninas que los hombres en las masculinas. Esto es así porque los hombres se distribuyen más homogéneamente en las ocupaciones (y en la elección de estudios) que las mujeres.
Los datos disponibles muestran que:
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El porcentaje de mujeres en las ocupaciones masculinizadas es reducido.
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Las ocupaciones feminizadas suelen ser menos numerosas que las masculinizadas.
Esto resta oportunidades de empleo y espacio de elección a las mujeres frente a los hombres. Además, se trata de una realidad compartida con la mayoría de los Estados miembros de la UE.
Estereotipo y exclusión
Tras más de cuatro décadas de políticas de igualdad en España y en Europa, la tozudez de esta realidad sigue presente y tiene importantes consecuencias sobre la dificultad para el acceso o la permanencia de las mujeres en profesiones masculinizadas. Recordemos las dificultades que experimentaron las mujeres estibadoras, especialmente en el Puerto de Algeciras, caso que fue muy mediático en su momento.
Nuestro trabajo Mujeres en mundos de hombres: segregación ocupacional de género y mecanismos de cierre social de acceso en profesiones de dominación masculina muestra datos cuantitativos, pero también, y sobre todo, busca hacernos reflexionar sobre los mecanismos y prácticas que dificultan el cambio de las estructuras sexuadas en el mercado de trabajo, en los sectores económicos y en las ocupaciones y profesiones.
Para entender mejor qué mecanismos impiden que las mujeres accedan a puestos de trabajo mayoritariamente masculinos, el artículo analiza siete ocupaciones (albañilas, pilotas, estibadoras, mecánicas, policías, informáticas, reporteras gráficas y maquinistas).
Gracias a este esfuerzo, hemos comprobado que las imágenes estereotipadas de las ocupaciones son el mecanismo de cierre (las ocupaciones siguen siendo masculinas y excluyen a las mujeres) que comparten todos los casos analizados. También constatamos la importancia de las decisiones tempranas en las trayectorias educativas. Y, sobre todo, se demuestra que cada mecanismo de cierre necesita su propia política de igualdad.
La incorporación de las mujeres al empleo no se da por igual y casi siempre se produce acompañada de procesos de segregación ocupacional.
Buenos puestos y otros menos deseables
Según la teoría sobre segmentación del mercado de trabajo, existe un mercado primario con buenos puestos de trabajo: salarios elevados, estabilidad, oportunidades de promoción, etc.; y un mercado secundario, en el que quedarían los puestos menos deseables (salarios bajos, inestabilidad, escasas oportunidades de ascenso, etc.).
Esta teoría muestra cómo las condiciones de empleo pueden variar mucho de unos puestos a otros. Y es aquí donde se observa que el empleo femenino, aunque muy dual respecto a la condición de empleo, se concentra de manera importante en sectores feminizados y, a menudo, en segmentos de baja calidad en la ocupación.
Desigualdad más allá del trabajo
Estudiar por qué persiste la segregación ocupacional es importante porque esta segregación produce desigualdad en la vida de las personas trabajadoras y, además, es una fuente de ineficacia y rigidez en el mercado laboral.
En los empleos de dominación masculina se perciben mayores remuneraciones, lo que perpetúa la brecha salarial de género. Así, queda condicionado el bienestar material presente de las personas asalariadas, pero también su futuro.
Las menores rentas salariales redundan en menores prestaciones retributivas en la jubilación y son causa de desigualdad en los recursos económicos percibidos por el conjunto de las mujeres. Pero, además, las ocupaciones con sobrerrepresentación de varones tienen, en promedio, mayor reconocimiento social y más oportunidades de promoción.
La segregación ocupacional debería ser tratada dentro de las políticas públicas de empleo por ser una situación que, lejos de corregirse, se reproduce. Los individuos toman sus decisiones de formación teniendo en cuenta las oportunidades profesionales con mayores expectativas de integración laboral y, además, se ven afectados por las diversas tradiciones de la cultura del trabajo.
Empar Aguado Bloise, Profesora del Departamento de Sociología y Antropología Social - Integrante del Instituto Universitario de Estudios de las Mujeres (IUED), Universitat de València
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.