Lo primero que hay que saber es que, las claves privadas son lo que determinan la propiedad real de Bitcoin. Estas claves, que son una combinación de 12 o 24 palabras únicas, permiten acceder, mover o gestionar los activos digitales desde una billetera o wallet. Existen dos modelos: las billeteras no custodias, donde el usuario guarda sus propias claves y, por tanto, mantiene el control total; y las custodias, en las que una empresa gestiona esas claves por él, como es el caso de un banco o una exchange de criptomonedas. Comprender esta diferencia es clave para entender cómo funciona la autonomía en el mundo cripto y elegir qué modelo se adapta mejor a lo que busca cada usuario.
Billeteras con custodia: comodidad frente a control
Las wallets custodias, son las más conocidas y usadas por el público general. En ellas, las claves privadas no las guarda el usuario, sino un tercero —como un exchange o una empresa especializada—. Esto facilita el uso: no hace falta aprender a gestionar claves, ni preocuparse por configuraciones técnicas. Además, si el usuario pierde el acceso, el custodio puede ayudar a recuperarlo.
Por el contrario, al delegar el control, se depende de ese tercero para mover o gestionar los fondos. Esta dependencia puede implicar algunos riesgos. Las empresas que custodian criptomonedas pueden ser blanco de ciberataques, y en casos de quiebra, los fondos del usuario podrían desaparecer con ella. Casos como el colapso de FTX o los ciberataques sufridos por plataformas como Mt. Gox han demostrado que confiar las claves a una empresa no siempre garantiza seguridad.
Además, este modelo contradice uno de los principios fundacionales del mundo cripto: la descentralización. Las criptomonedas nacieron para devolver el control total al usuario, no para seguir delegándolo.
Billeteras no custodias: más control y más responsabilidad
Por otro lado, la wallet no custodia se trata de un modelo que sí encarna el espíritu original de Bitcoin. En donde el usuario es el único dueño de las claves privadas, y, por ende, el único propietario de sus BTC y sus otras criptomonedas.
Entre sus ventajas, destaca que los fondos están siempre disponibles para el usuario, sin depender de terceros que puedan restringir el acceso, ser vulnerables a incidentes de seguridad o cesar su actividad. Esta libertad implica también responsabilidad: si se pierden las claves, no hay forma de recuperarlas.
No obstante, a cambio, se eliminan los riesgos de hackeos a terceros, bloqueos por censura o mal manejo de los fondos por parte de personas ajenas. En contextos críticos —como ocurrió en Venezuela o Ucrania—, este tipo de wallets han permitido a muchas personas proteger sus ingresos ante crisis financieras, guerras o restricciones estatales.
Mientras el interés por las criptomonedas se expande rápidamente en Europa, la decisión sobre cómo custodiar los activos digitales se convierte en un punto clave para nuevos inversores. Según los últimos datos del Banco Central Europeo (BCE), alrededor del 9% de la población de la eurozona poseía criptomonedas en 2024, más del doble que en 2022, cuando el porcentaje era apenas del 4%. “La tendencia en alza parece imparable y apunta a un crecimiento aún más acelerado en los próximos años. Aprender las opciones para gestionarlas es útil para todos”, señala Javier Castro-Acuña, Director de Activos Digitales de Bitnovo.
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