Hemos podido escuchar y leer algunas expresiones como que se produce un “alarmante aumento de la homosexualidad y la transexualidad”; que “hay una epidemia de niños trans”; que “las personas trans se disparan en España”; que se ha dado “una explosión trans” o que “la transexualidad se contagia en los grupos de amigos”. ¿Les parecen inofensivas estas expresiones? Además de ser poco respetuosas con el colectivo al que se refieren, son muy dañinas. ¿Quieren saber por qué?
Son muy peligrosas porque en su uso subyace una metáfora conceptual. No me refiero a las metáforas relacionadas con figuras retóricas que utilizan los poetas para embellecer la lengua. Desde la propuesta de George Lakoff y Mark Johnson en su libro Metáforas de la vida cotidiana, se considera que las metáforas conceptuales son herramientas de la cognición, forman parte de los procesos cognitivos y nos sirven para expresar significados abstractos por medio de otros más concretos.
Así, mediante la metáfora conceptual “el tiempo es algo valioso” podemos hablar de algo tan abstracto como el tiempo con expresiones sobre el dinero. No hace falta emular a Lorca para utilizar expresiones metafóricas como que “perdemos”, “ganamos” o “invertimos tiempo”.
Comparar a estas personas con enfermedades
Probablemente, las expresiones sobre el colectivo LGTBI les hayan sonado familiares, ya que durante meses describimos la pandemia de manera similar. ¿Recuerdan? Todo empieza con un virus que se “contagia” entre personas, el número de enfermos “se dispara”, hay un “alarmante aumento” hasta que se produce “una explosión de casos” y la Organización Mundial de la Salud (OMS) considera que la situación es una “epidemia”. Por lo tanto, si usamos estas expresiones, la metáfora subyacente pasa a ser “las personas trans son virus” y esto hace que, inconscientemente, activemos el marco mental de las enfermedades.
¿Tenemos que protegernos de estas personas? ¿Hay que evitar el contacto con ellas? Evidentemente, no. Pero parece que hay quien no se ha enterado (o no quiere enterarse) de que la OMS dejó de considerar la homosexualidad una enfermedad en 1990 y la transexualidad en 2018.
El poder de las metáforas para conceptualizar dominios abstractos se ha estudiado mucho en el ámbito de la lingüística. De hecho, un grupo de expertas en metáfora, muy conscientes del peligro del lenguaje figurado en los medios y el discurso político, ya señalaron en tiempos pandémicos las consecuencias de utilizar metáforas basadas en la guerra para hablar de la pandemia, ya que estas podían impactar en nuestros marcos mentales. Por eso crearon la iniciativa “ReFrame Covid”, para reivindicar el uso de otras metáforas y cambiar nuestro marco mental, conceptualizando la superación de la pandemia de manera positiva.
Como han podido observar, las metáforas que se utilizan contra las personas LGTBI mantienen esta narrativa bélica: “dispararse”, “explosión”, “alarmante”, etc. En este caso, el peligro es igual de grave o incluso mayor, ya que estas palabras se usan para definir a personas.
Algunos expertos en metáfora y discurso han estudiado cómo el uso de metáforas para describir a grupos sociales se utiliza como una estrategia de deshumanización. Así, se ha visto cómo en algunos medios se conceptualiza a los inmigrantes como “parásitos” que “chupan la sangre” o como “fuerzas peligrosas de la naturaleza” (la “marea” o el “flujo” migratorio, que hay que “frenar” o “controlar”).
¿Y si habláramos igual de judíos, cristianos o gitanos?
Que este discurso “vírico” no sonroje a quien lo sostiene refleja el grado de discriminación que todavía sufren las personas trans en la sociedad. El diputado de la Asamblea de Madrid, Eduardo Rubiño, en una intervención parlamentaria, preguntaba qué pensaríamos si estas afirmaciones se utilizasen para referirse a personas judías, cristianas o gitanas. Lo que ocurriría es que el marco mental resultaría inadecuado porque supondría la deshumanización de estos grupos sociales. ¿No debería ser igual de impensable utilizar estas metáforas para describir a las personas trans?
Como señala la ONU en su plan de acción contra el discurso de odio, el lenguaje tiene el poder de causar o contribuir a la marginación de grupos específicos, lo que supone el primer paso hacia la discriminación. Si deshumanizamos al otro, si no lo vemos como una persona, como a un igual, será más fácil atacarlo.
Todavía más fácil si se trata de una minoría. No olvidemos que las personas LGTBI ocupan la segunda posición en el ranking de víctimas de delitos de odio en España y que las personas trans son uno de los colectivos más perseguidos y marginados a lo largo de la historia. Utilizar estas metáforas LGTBIfóbicas supone, por tanto, tratar a otros seres humanos como un virus, como una enfermedad. Y, en pleno 2023, esto sí que es alarmante.
Alberto Hijazo-Gascón, Investigador "María Zambrano" en Lengua española, Universidad de Zaragoza
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.
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