La mortalidad subió especialmente en julio. Los datos del sistema de monitorización de la mortalidad diaria por todas las causas (MoMo) del Instituto de Salud Carlos III precisan que se produjeron 11 313 defunciones observadas más que las estimadas.
En agosto también tuvimos una cifra más alta, pero de menores proporciones (4 859 fallecimientos observados más en relación a los estimados). Es necesario insistir en que los datos del MoMo son estimaciones, no cifras reales, pero la cuantía de las subidas (16 000 personas) es lo suficientemente fuerte como para que haya desatado las alarmas. Y ahora viene lo difícil: explicar por qué se ha producido ese aumento.
La ola de calor no es la única explicación
Lo más sencillo es recurrir a las fuertes oleadas de calor que hemos tenido. Ciertamente ha resultado inusitado sufrir 42 días de fuertes temperaturas, pero si seguimos dándole credibilidad a las cifras del MoMo, los acusados calores estivales solo son responsables de unas 3 800 muertes, alrededor de un 24 %. Pese a su menor incidencia debido al proceso masivo de vacunación, cabe atribuir a la pandemia de la covid-19 una parte de ese exceso de fallecimientos, en este caso unas 4 500 entre julio y agosto.
La suma de las dos causas asciende a 8 300 personas, lo cual eleva a otras 8 000 las muertes sin razón atribuida. ¿Agravamiento de otras dolencias en personas que contrajeron la enfermedad? ¿Una atención médica retrasada en enfermos crónicos? Probablemente lo uno y lo otro, y es posible que algo más que, por el momento, no podemos conocer hasta que se publiquen las estadísticas de las causas de muerte.
Las vacunas no tienen la culpa, sino todo lo contrario
Así pues estamos en presencia de un fenómeno multicausal que convendrá analizar con detalle para evitar que se reproduzca en el futuro con mayor intensidad.
Las olas de calor debido al cambio climático van a continuar, lo cual nos va a obligar a establecer acciones preventivas que mitiguen sus efectos. Y aunque el coronavirus está de rebajas, no conviene bajar la guardia, particularmente ante nuevas variantes que puedan surgir. Habrá que vacunarse de la cuarta dosis y de cuantas resulten necesarias para reducir su incidencia. Porque lo que si está claro es que la vacunación no ha sido la causante de este exceso de muertes, sino todo lo contrario.
El general invierno… y el de verano
¿Y qué pasará en el invierno en el hemisferio norte? Resulta curioso que en el año que más muertes ha provocado el calor, estemos preocupados por el frío. Rusia siempre ha jugado con el general invierno para vencer o debilitar a sus enemigos. Lo hizo con Napoleón, con los ejércitos de Hitler y ahora con el suministro de gas a Europa.
La pregunta es: ¿Tendremos más fallecimientos de los habituales en pleno invierno por la falta de suministro y sobre todo por la fuerte carestía de la energía? Hay que tener en cuenta que muchas de las personas más vulnerables son también las que tienen un menor poder adquisitivo y que se pueden ver especialmente afectadas por un insuficiente caldeamiento de sus viviendas. Seguramente no les va a matar, pero sí puede agravar alguna dolencia previa.
El presidente del Gobierno español Pedro Sánchez ha tratado de tranquilizar a la ciudadanía ratificando su compromiso de que nadie va a sufrir especialmente por la situación energética sobrevenida. No siempre los hechos corroboran las promesas de nuestros mandatarios, pero en cualquier caso deberían tomarse providencias responsables para que el año de más muertes por calor no se convierta también en el año de más muertes por el frío o a causa de él.
Rafael Puyol, Catedrático de Geografía Humana. Presidente de UNIR, UNIR - Universidad Internacional de La Rioja
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.
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