Tanto si la custodia es monoparental como si es compartida, el régimen de visitas que establece semanas o fines de semana alternos debe contemplar qué ocurre en días de especial arraigo familiar como las vacaciones navideñas. “Dado que la Navidad dura dos semanas, la fórmula más extendida es que los niños se queden una semana con la madre y otra con el padre”, explica Marín.
En cualquier caso, hay combinaciones para todos los gustos. “Hay quien prefiere hacer un reparto por años pares e impares, para que un año un progenitor se los quede la primera semana y, al año siguiente, la segunda”, indica Marín, añadiendo que, “en otros casos, ambas partes acuerdan fechas fijas, por ejemplo, todas las Nochebuenas con la madre y todas las Nocheviejas con el padre, Incluso, se deja la puerta abierta a participar ambos de un día concreto, como puede ser el día de Reyes”.
Ser equitativo
El reparto puede ser tan minucioso como se quiera, teniendo en cuenta tanto las celebraciones de día (Navidad, Año Nuevo y día de Reyes), como las de noche (Nochebuena, Nochevieja y noche de Reyes), pero siempre buscando el equilibrio. “Se trata de hacer un guante a medida para cada situación”, propone Marín.
El abogado insiste en que “muchas parejas se empeñan en disponer de los niños a partes iguales, y no siempre es lo más conveniente”. Además, hay que mirar a largo plazo. “En el futuro puede darse el caso de que comer en casa de la madre y cenar en la del padre resulte imposible porque se vive en distintas provincias o se planifican viajes, por lo que se impone necesariamente una rotación anual”, declara.
Evitar desencuentros
Cuando los progenitores no llegan a un acuerdo, será el juez quien decida, y la sentencia puede retrasarse hasta que la Navidad haya pasado. “Ante el riesgo que supone un pleito, es mejor llegar a un acuerdo que esté dentro de unos márgenes razonables, pero siempre prestando atención a lo que se está firmando”, comenta Marín.
“El divorcio o la separación es ya de por sí un proceso agotador, que genera mucho estrés, y a veces se aceptan condiciones que después nos perjudican, y también a los hijos, y una vez firmado es muy difícil modificarlo”, señala el abogado, que apunta que “siempre hay que abordar la negociación con una perspectiva muy larga y bien asesorado porque nuestra situación personal puede dar un vuelco: nueva pareja, nuevos hijos, nuevo empleo, cambio de salud, entre otros”.