El estudio se ha realizado a partir de datos recogidos por el equipo forense durante 8 años sobre las víctimas exploradas en L’Hospitalet de Llobregat: Un total de 1.622 casos de mujeres víctimas de violencia de género.
El primer objetivo de esta colaboración era comprobar qué encaje podría tener la inteligencia artificial y la analítica avanzada en el campo de la lucha contra la violencia de género. Esto derivó en tres líneas principales. La primera, la creación de un protocolo de recogida de información para poder reunir datos con criterios homogéneos con los que trabajar. La segunda, el desarrollo de una escala de gravedad de lesiones más detallada que permita consideraciones no sujetas a subjetividad y de paso, facilite el diálogo entre forenses y jueces en estos términos. La tercera, la construcción de un modelo de inteligencia artificial que calcula la probabilidad de reentrada de una víctima por un nuevo episodio de violencia, lo que se conoce como revictimización. Hay factores que han mostrado tener una gran influencia en estos resultados, por ejemplo, que la pareja tenga hijos de relaciones anteriores, es un aspecto que aumenta el riesgo de sufrir violencia. También lo es el hecho de que la mujer esté en paro o que consuma sustancias tóxicas.
Una vez elaborado todo este trabajo y habiendo visto cómo la IA tiene cabida en la lucha contra la violencia, los autores del estudio concluyen que este tipo de iniciativa pone sobre la mesa una información muy valiosa sobre las circunstancias en que se producen las agresiones y los colectivos más vulnerables que los responsables de la lucha contra la violencia y la atención a las víctimas pueden usar para mejorar la administración de recursos y prevenir y mitigar el número de episodios.
Los primeros años de relación, los que concentran mayor número de episodios violentos
Según el paper publicado en la Revista Española de Medicina Legal, en 3 de cada 4 casos, han existido episodios de violencia previa, pero el referido suele ser la primera denuncia. El momento de la agresión ocurre principalmente durante fin de semana, entre las 22 y las 6 horas. En cuanto al tipo de agresión, el más frecuente es la contusión y las zonas más afectadas, son las extremidades superiores seguidas de la cara.
El grupo de edad que concentra la mayor parte de estos casos recogidos desde 2009, son las mujeres de entre 18 y 30 años, que representan el 42% de la muestra.
El 59% de las parejas estudiadas, vivían juntas en el mismo hogar. Además, los datos han puesto de manifiesto que los primeros años de relación son los que acumulan más casos de violencia. Atendiendo a la gravedad del caso, el número de casos de violencia grave supone el 9,6% de la muestra. En el caso de la revictimización, el porcentaje de víctimas reentrantes es del 10,9%.
En cuanto a hábitos tóxicos, se observa que las agresiones a víctimas que consumen sustancias como cocaína, heroína, hachís u otros, tienen una probabilidad de revictimización y una gravedad considerablemente mayor que las que no refieren hábitos tóxicos o únicamente refieren consumo de alcohol.
En el caso de las agresiones a menores destaca que casi el 20% corresponden a agresiones graves, porcentaje que se reduce a la mitad para el resto de las edades.
En lo referente a los hijos, se observa el hecho de que se encuentra mayor gravedad y mayor índice de revictimización cuando no hay hijos en común o bien cuando hay hijos de otras relaciones. Asimismo, la gravedad también es mayor en las víctimas cuya vivienda no es de propiedad.
Para los forenses, es muy importante la detección de perfiles con significación especifica respecto a la gravedad, la repetición de agresiones y las frecuencias absolutas y relativas. La mayor abundancia de datos compilados en estos años permite un análisis de las interacciones que forman los perfiles más allá del tratamiento de las frecuencias marginales de cada característica.
Los objetivos del estudio se centran en seguir avanzando en este tipo de investigación para obtener resultados más amplios sobre la Violencia de Género en toda la geografía nacional, así como conseguir un protocolo común de registro de datos forenses para alcanzar un mayor detalle del perfil de víctima y agresor y poder poner en marcha tanto medidas preventivas, como mejorar la atención a la víctima.
Mejorar la prevención
El análisis de los datos obtenidos en el ámbito forense permitirá una mejora en la administración de recursos orientados a la prevención de este grave problema. Conocer la relación entre la gravedad de la agresión y la repetición de agresiones, con las características socioeconómicas, la localización geográfica o el entorno cultural, permiten un mejor diseño de medidas más eficaces con los recursos disponibles. Estas medidas dependen en gran parte del conocimiento del entorno cultural y socioeconómico. Como ejemplo de la importancia de este conocimiento, se señalan acciones como campañas orientadas al entorno cultural de víctimas y agresores, la comunicación a través de los medios óptimos, en la lengua y cultura apropiados, el tratamiento de alertas tempranas, así como los refuerzos en la dotación asistencial o en ayuda y vigilancia. Asimismo, el conocimiento de los trazos significativos permitirá la puesta en práctica de políticas específicas y un seguimiento y evaluación periódica de los indicadores clave detectados.
Conclusiones
El estudio, basado en el tratamiento cuantitativo, aporta datos de sumo interés, tanto desde el punto de vista forense y jurídico como desde el social, contribuyendo a descubrir los factores de riesgo y a incorporar las medidas protectoras necesarias.
La utilización de herramientas de IA y los sistemas de clasificación CaRT facilitan la creación de medidas adecuadas a la diversidad de la población y abundancia de perfiles distintos. Así, el tratamiento de la información recogida y sistematizada de la intervención médico-forense permite un mejor conocimiento sobre la Violencia de Género, del que extraer sugerencias sobre las medidas de mitigación. Por ejemplo, la mejora de la vigilancia por espacio físico y temporal o la optimización de programas de prevención.
También, ayuda a establecer mejoras en la atención de la víctima, como la administración óptima de recursos sanitarios y de medios de prevención, disponer de intérpretes, sin olvidar la adecuación de los protocolos, así como la posible planificación de campañas de educación y puntos de información adecuados a las características culturales de población.
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