Nuevos modelos de gestión (cabeza, corazón y manos)

(Carlos Rey, Universitat Internacional de Catalunya) Cuando comencé en mi primer trabajo me dijeron: “Aquí trabajamos con un enfoque basado en objetivos. Tendrás un salario base y, si logras buenos resultados, recibirás un bonus”.

Después de un tiempo, recibí mi primer bonus y compré un coche. Me gustaba la idea del bonus y la autonomía que obtenía al tener objetivos claros en el trabajo. Sin embargo, me preguntaba si este sistema era adecuado en términos de las motivaciones que promovía. Compartí mis inquietudes con un colega experimentado, y me dijo: “Mira, mientras logres los objetivos, no importa si lo haces por el bonus o porque quieres hacer del mundo un lugar mejor”.

Ese día comprendí que la gestión basada únicamente en objetivos es un modelo incompleto. En último término, el trabajo también es un servicio y debería estar impulsado por una motivación transcendente: el deseo de tener un impacto positivo en la vida de los demás.

Esta es la clave de lo que, desde hace 20 años, impulsamos en la dirección por misiones: un método de gestión basado en las motivaciones trascendentes de las personas, sus valores y el sentido de trascendencia en sus acciones.

¿Dos o tres dimensiones de gestión?

La dirección por objetivos tiene dos dimensiones: cabeza y manos. Consiste en alinear el conocimiento y la acción para conseguir las metas propuestas. En la dirección por objetivos lo relevante es tener claras las metas y hacer lo posible por alcanzarlas. Lo que importa es el resultado, con independencia del tipo de motivación que impulse a conseguirlo.

La dirección por misiones, por su parte, tiene tres dimensiones: cabeza, corazón y manos. Se trata de armonizar el conocimiento, la motivación y la acción en las actividades diarias. Es decir, tener metas claras, saber por qué se hacen las cosas y poner los medios para conseguirlas. En la dirección por misiones el motivo es muy importante. Por eso, la empieza con la conexión entre el propósito personal y el propósito de la organización.

De la dirección por objetivos a la dirección por misiones. Carlos Rey

Para ilustrar el desarrollo de la dirección por misiones, utilizamos el modelo Propósito 3D, que refleja la armonía entre cabeza, corazón y manos. La cabeza representa el conocimiento, las manos representan la acción y el corazón representa la motivación transcendente.

Conectar propósito personal y corporativo

La dirección por misiones se basa en la idea de que las personas tienen un propósito personal (el “para qué”) que le da sentido a la existencia como individuo. Es su razón de ser, algo único y específico en cada persona, pues está fundamentado en sus motivaciones y valores personales.

Además, las organizaciones tienen (o deberían tener) un propósito corporativo. El propósito corporativo es el “para qué” de la empresa, la síntesis de los fines de la organización. Se suele enunciar en una frase breve e inspiradora que recoge la esencia de lo que la organización quiere aportar al mundo (Nike, “llevar la inspiración a todos los atletas del mundo”; Starbucks, “nutrir el espíritu humano”; Disney, “llevar felicidad a millones”).

En la conexión entre el propósito personal y el propósito corporativo se genera una fuente de motivación entre empresa y trabajador que es única y específica para cada individuo pues emana de su propio propósito. En esta conexión, se encuentran las misiones que son, al mismo tiempo, parte del propósito personal y parte del propósito corporativo.

Las misiones tienen la misma naturaleza del propósito, pero de forma más concreta. Hacen referencia al “para quién”, a los beneficiarios del trabajo, concretando el propósito en contribuciones específicas hacia personas o colectivos de personas (clientes, empleados, proveedores, sociedad, accionistas). Las misiones representan “lo que quiero hacer por los demás”; ponen en palabras las motivaciones trascendentes que impulsan el propósito de la empresa.

Del corazón a la cabeza

En la dirección por misiones hay tres tipos de misiones: personales, de equipo y de empresa.

  • Las misiones personales reflejan la forma en que cada persona participa del propósito de la organización. Para definirlas, las personas se conectan con su propósito vital –el “para qué” estoy en el mundo– y, desde allí, concretan cómo van a poner su propósito al servicio de los otros. Responden a las preguntas: ¿cuáles son mis motivaciones y valores personales? ¿Quiénes son los beneficiarios de mi trabajo? ¿Qué impacto quiero tener en ellos? Las misiones personales están fundamentadas en el conocimiento personal de uno mismo y también en el compromiso de contribución al propósito y las misiones de la empresa.

  • Las misiones de equipo son la agregación de las misiones personales y, a su vez, el despliegue de las misiones de empresa de las diferentes áreas de la organización. Para realizarlas, los equipos contestan a la pregunta “¿cómo queremos contribuir al propósito y las misiones de la empresa?”. En estas conversaciones se refuerza la unidad del equipo a través de la puesta en común de las motivaciones trascendentes de cada uno de sus miembros.

  • Las misiones de empresa son la guía que orienta las misiones de equipo y personales. Reflejan la concreción del propósito de la organización en contribuciones para sus principales grupos de interés (clientes y empleados, sociedad, accionistas, proveedores). Responden a las preguntas: ¿para quién o quiénes existe nuestra empresa? ¿Qué compromisos adquirimos con ellos? Las misiones de empresa suelen ser definidas por el equipo de dirección o el consejo, pero es muy conveniente contar con la participación de los empleados y otros grupos de interés.

De la cabeza a las manos

Una vez definidas las misiones, entran en juego los objetivos (“lo que quiero conseguir”), entendidos como un medio para realizar las misiones. En la dirección por misiones usamos esta máxima: “Una misión sin objetivo es una misión muerta, y un objetivo sin misión es un objetivo ciego”. Los objetivos deben ser ambiciosos y realistas, pero sobre todo deben estar alineados con las misiones.

Dirección por misiones. Carlos Rey

En la dirección por misiones, los objetivos son una pieza fundamental del sistema pues ayudan a concretar las misiones en resultados esperados, indicadores y planes de acción que impulsan el avance de las misiones. Por lo general no hace falta fijar muchos objetivos. Una regla general puede ser entre tres y cinco objetivos, poniendo énfasis en aquellas misiones que requieren una especial atención o donde existen mayores oportunidades. En el conjunto, misiones y objetivos impulsan el propósito de la organización promoviendo su autenticidad, coherencia e integridad en los equipos y personas de la empresa.

Para transformar el mundo empresarial

Durante las últimas dos décadas, la dirección por misiones ha ido ganando presencia en el mundo empresarial. Su aplicación, tanto a nivel de empresa como de equipos o personas, ha ido expandiéndose en diversos países y organizaciones de distintos tamaños y sectores, fomentando un enfoque más humano, ético y trascendente en la gestión empresarial.

En el ámbito personal, la dirección por misiones incrementa la motivación y el sentido trascendente de los retos y éxitos personales. En el ámbito de los equipos, genera unidad, mejora la comunicación y promueve la cooperación por sentido de misión. Y en el ámbito corporativo, refuerza la conexión entre cultura y estrategia, fomentando la innovación y el desarrollo de nuevas ventajas competitivas.

En nuestra experiencia e investigación hemos constatado que el poder de transformación de la dirección por misiones es mayor cuando se desarrolla de manera integral: en la empresa, en los equipos y en las personas. En contraste, su efectividad disminuye cuando se implementa de forma parcial. Esto ocurre, por ejemplo, cuando se definen misiones corporativas pero no se estimula el desarrollo de misiones personales, o cuando algunos equipos o individuos se comprometen, pero la dirección carece de claridad o compromiso con las misiones globales.

En definitiva, la dirección por misiones ofrece a las organizaciones una nueva forma de hacer realidad el propósito corporativo. Pero para que sea efectiva, debe emanar de cada individuo. No puede imponerse: ni a las empresas, ni a los equipos, ni a las personas. Es siempre el resultado de una decisión libre y voluntaria que se actualiza diariamente.

En la práctica, los resultados de la dirección por misiones pueden superar a los de la dirección por objetivos pero, para llegar a ellos, hay que hacerlo a través de la ilusión y el convencimiento personal, que es donde se encuentra el verdadero corazón de la gestión empresarial.

Carlos Rey, Director de la Cátedra Dirección por Misiones y Propósito Corporativo, Universitat Internacional de Catalunya

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

The Conversation

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