Pero antes, tenemos que conocer al protagonista de esta historia: Bonifacio de Maguncia.
Este inglés, nacido con el nombre de Winfrido, pertenecía a una familia acomodada a la que mostró, en contra de la voluntad de su padre, su deseo de entrar en la vida monástica. Recibe su formación con los benedictinos e ingresa en la orden, pero el convento se le queda
pequeño, así que comienza a visitar a los pueblos germánicos para ayudar en su conversión.
Su trabajo era tan extraordinario que recibió un mensaje de Roma: El Papa lo reclamaba para nombrarle obispo. Allí recibió, además del nuevo cargo, un nuevo nombre: Bonifacio.
Volvemos a ese pequeño Estado alemán de Baja Sajonia. Vivía en esa región una comunidad pagana que rendía tributo a Thor, el Dios nórdico del trueno, durante los días de la Navidad cristiana. El tributo implicaba sacrificar a un niño bajo un árbol que consideraban sagrado, llamado “El Roble del Trueno”.
Pero en la Navidad del año 723 después de Cristo, Bonifacio de Maguncia, atravesó esta
región, de camino a sus misiones, en plena celebración del sacrificio a Thor. Horrorizado, se
interpuso en el acto, interrumpiéndolo y salvando la vida del niño. Bonifacio además cogió un hacha y proclamando el nombre de Jesucristo comenzó a talar el roble pagano.
Bonifacio encontró cerca de donde había caído el roble un pequeño abeto. Lo cogió y se lo
ofreció a los aldeanos como sustituto, hablándoles de Jesucristo y bendiciéndolo con las
palabras: “Que este árbol sea el símbolo del Dios verdadero, sus hojas sean siempre verdes y nunca mueran”.
Bonifacio además decoró el abeto con adornos relacionados con las historias de la Biblia:
manzanas, velas, ángeles, estrellas... Y para cerciorarse de que aquellos paganos ya no
realizaban sacrificios humanos, representantes de la iglesia regresaban cada Navidad a revisar y adornar aquel abeto.
Con el tiempo la tradición del árbol de Navidad se fue extendiendo a lo largo y ancho de todo el planeta. La narración que dio origen a esta tradición, así como el significado religioso que contiene, representa para la Iglesia Católica el mejor ejemplo del triunfo de la luz sobre la oscuridad de lo pagano.
Por cierto, Bonifacio utilizó la madera del roble talado para construir una capilla dedicada a San Pedro que sería el origen de un monasterio benedictino y de la actual Catedral de Fritzlar.
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