Si preguntamos en una clase de estudiantes de Administración y Dirección de Empresas quién quiere crear una empresa, la sorpresa a lo mejor sea poder contar con los dedos de una mano el número de personas que han dicho “Yo”.
Las motivaciones que llevan a alguien a emprender y el contexto en el que lo hace son más profundas de lo que parecen a simple vista.
De la oportunidad y la necesidad, a las motivaciones amplias
Tradicionalmente, las instituciones y las investigaciones académicas han analizado dos motivaciones para emprender: la oportunidad y la necesidad.
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Si una persona con un trabajo estable renuncia a él para montar un negocio con potenciales ingresos futuros ha emprendido “por oportunidad”. Ha sabido ver la ocasión.
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Si lo ha hecho porque no encuentra trabajo o nadie le contrataba, lo ha hecho “por necesidad”. No ha tenido otra alternativa.
Desde 2019, el Observatorio Mundial del Emprendimiento (GEM por sus siglas en inglés) divide la motivación emprendedora en 4 categorías, que pueden coexistir:
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Marcar la diferencia en el mundo (to make the difference in the world): algunos no emprenden solo por ganar dinero, sino por hacer algo distinto, algo innovador o rompedor.
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Buscar riqueza y obtener grandes ingresos (to build great wealth or very high income): coincide con el objetivo primordial de cualquier empresa, obtener el máximo beneficio.
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Seguir una tradición familiar (to continue a family tradition): es decir, los negocios de algún familiar cercano nos conducen a montar nuestro propio negocio o seguir el de ellos mismos.
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Ganarnos la vida porque no encontramos empleo (to earn a living because jobs are scarce): supone encontrar en el emprendimiento una alternativa ante las malas condiciones del entorno que hacen que el trabajo por cuenta ajena sea escaso o inexistente.
La motivación emprendedora puede tener efectos positivos (o no)
Si bien es cierto que existe un consenso generalizado sobre los efectos positivos del emprendimiento en el crecimiento y desarrollo económico de los países, las motivaciones emprendedoras y sus tipologías pueden tener efectos diferentes.
Por ejemplo, los que emprenden para ganarse la vida o por necesidad pueden no tener grandes aspiraciones y conformarse “con poco”, por lo que su intención de ser innovadores o crear empresas punteras será limitada. A lo mejor, si encuentran otro trabajo más estable, acaban dejando el negocio.
Por su parte, los emprendedores que buscan cambiar paradigmas, innovar, marcar la diferencia en el mundo o ser ricos están dispuestos a iniciar proyectos duraderos y sostenidos en el tiempo, y con resultados en forma de, por ejemplo, inversiones o contratación estable de empleados, entre otros.
Factores que influyen en la motivación
La encrucijada no es simplemente la necesidad o la oportunidad, querer ser ricos, diferentes, ganarnos la vida o seguir una tradición. Los factores que influyen en nuestras decisiones y motivaciones son transversales.
Por ejemplo, el miedo a fracasar es un factor decisivo. No solo por si no sale adelante el negocio, sino por otros aspectos que no se suelen considerar. Entre ellos, si la sociedad no tiene un buen concepto del fracaso o de los emprendedores, o si no existen segundas oportunidades después del fracaso.
Por otra parte, las instituciones son importantes para conducir las motivaciones a buen puerto. ¿Qué entendemos por “instituciones”? Pues todo lo que desde los gobiernos crea un entorno favorable al emprendimiento (programas de apoyo, eficacia de las políticas públicas, derechos de propiedad, etc.). El GEM analiza todos los años, a través de la Encuesta Nacional de Expertos (NES, por sus siglas en inglés), aspectos como:
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La relevancia de los emprendedores para las políticas públicas.
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El impacto de las cargas fiscales y burocráticas a los emprendedores.
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La existencia de programas locales, autonómicos y nacionales de apoyo a la creación y puesta en marcha de nuevas empresas.
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La existencia de derechos de propiedad e instituciones u organismos que apoyen y promuevan a los emprendedores.
En este sentido, las instituciones también pueden fomentar la cultura emprendedora, aunque también pueden tener efectos no deseados. Una investigación reciente muestra que, en Singapur, el gobierno quiso promover de tal forma el emprendimiento que terminó creando un “Estado emprendedor” en vez de crear una “sociedad emprendedora”.
¿Y qué pasa con España?
Las motivaciones emprendedoras en España pueden explicarse perfectamente analizando los efectos de la pandemia. Si en 2019, según datos del GEM, un 42 % de los que se consideraban emprendedores en España, lo hacían, entre otros motivos, para ganarse la vida (autoempleo), desde 2020 ese porcentaje no ha bajado del 50 % y ha sido la motivación dominante, especialmente en 2020, 2021 y 2022, que no ha bajado del 70%.
Así, y aunque la actividad emprendedora parece que se ha ido recuperando ligeramente tras la pandemia, pues la tasa de actividad emprendedora entre la población de 18 a 64 años ha pasado del 5,20% en 2020 al 6,8% en 2023, los españoles siguen emprendiendo motivados por ser, esta opción, una salida laboral frente a la falta de otras oportunidades de trabajo. Y todo ello, a pesar de que las percepciones sobre la cultura y el apoyo a los emprendedores en los últimos años no han mejorado según la Encuesta Nacional de Expertos del GEM.
Las motivaciones emprendedoras son diversas y se ven influidas por factores transversales. Lo relevante para los políticos que toman decisiones es determinar qué motivaciones permiten crear negocios prósperos y que generen innovaciones y bienestar socioeconómico a medio y largo plazo, implantando seguidamente políticas económicas e institucionales adecuadas para su promoción.
Rafael-Sergio Pérez-Pujol, Investigador Predoctoral y Colaborador Docente en el Área de Política Económica de la UCLM, Universidad de Castilla-La Mancha
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.
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