Estanflación: qué es y cómo afrontarla (el dilema de la “justa medida”)

(Por Rubén Garrido-Yserte, Universidad de Alcalá) Hace casi un año anunciábamos nubes de tormenta a propósito de la inflación.

Desafortunadamente, a día de hoy, a la tormenta de la subida de precios, iniciada por una combinación de un shock en los precios de la energía y las materias primas y una demanda vibrante en los meses de salida de la pandemia, han de añadirse las previsiones cada vez más pesimistas sobre crecimiento que han realizado los principales organismos internacionales para la economía mundial y, particularmente, para la europea.

Si a la inflación se le suma una ralentización de la economía, cuando no una caída del crecimiento, estamos ante un escenario de estanflación o inflación con estancamiento.

El dilema

La estanflación no es un fenómeno nuevo. Las economías occidentales lo experimentaron en las crisis energéticas de la década de los setenta del siglo pasado, derivadas de la subida de los precios del petróleo.

Esta situación pone ante un importante dilema a las autoridades que gestionan las políticas económicas, tanto las monetarias (los bancos centrales) como las fiscales y de rentas (los gobiernos).

El dilema reside en que, pese a que las causas de la inflación residan en el aumento de los costes (energía y materias primas en primera ronda), los instrumentos de los que se dispone para frenar los precios a corto plazo solo atacan a la demanda. Es decir, sirven para frenar el gasto agregado de la economía. Este freno se consigue subiendo los tipos de interés, drenando gasto de la economía con una política fiscal o mediante un pacto de rentas que distribuya entre asalariados, empresas y pensionistas las pérdidas que supone la inflación. Cosa harto difícil.

La justa medida

Cuando estamos en una situación de estanflación el primer dilema reside en cómo articular medidas contractivas –básicamente de subida de tipos de interés– sin pasarse. Es decir, sin afectar en demasía el crecimiento, sin inducir una recesión. Y esto es bien complejo porque, además, el margen de maniobra individual de los bancos centrales es escaso y esto se refleja en una subida de tipos sincronizada: primero Reserva Federal y luego Banco Central Europeo.

Los movimientos internacionales de capital no permiten muchas diferencias en este ámbito, si no queremos ver cómo se deprecian fuertemente las monedas de las economías que pierden inversiones porque los tipos empiezan a subir más en otras áreas, como está pasando con el euro frente al dólar. Este movimiento se refleja en una depreciación de la moneda (euro), agravando los problemas inflacionistas, ya que la depreciación encarece las importaciones, especialmente las energéticas (que se pagan en dólares).

Pero la subida de tipos lo que provoca en la demanda interna de las economías es un encarecimiento del consumo y un freno a la inversión, las dos partidas más importantes para explicar el crecimiento económico. Así pues, subir tipos sin pasarse para no provocar una recesión es todo un desafío.

El desafío

El desafío de subir tipos en su justa medida se ve agravado cuando las políticas que han de complementar las monetarias o bien no existen (el pacto de rentas) o bien son de signo contrario, pues contribuyen a aumentar la demanda, el combustible que sigue alimentando la llama de la inflación.

Muchos gobiernos están llevando a cabo acciones que intentan compensar la pérdida de poder adquisitivo que provoca la inflación: articulan ayudas al conjunto de la población, subvencionan bienes que no reducen su consumo suficientemente –como los carburantes– o pactan subidas de rentas considerables en colectivos especialmente sensibles para la aritmética electoral –léase pensiones–.

Los gobiernos se enfrentan a su propio dilema: reconocer la pérdida que provoca el shock inflacionista e intentar acomodar dicha pérdida entre colectivos, o bien aplicar una política de aumento de gasto para paliar la pérdida, que puede aumentar los desequilibrios existentes.

Este escenario de dos políticas de demanda –la fiscal y la monetaria–, que lejos de coordinarse entran en contradicción, es cada vez más probable. Y justifica que los tipos de interés o bien sigan subiendo (para compensar el gasto ocasionado por la expansión fiscal), o se mantengan relativamente altos, lo que afectaría especialmente a las economías más endeudadas.

Rubén Garrido-Yserte, Director del Instituto Universitario de Análisis Económico y Social, Universidad de Alcalá

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

The Conversation

Tu opinión enriquece este artículo:

Los españoles llegan al Black Friday más preparados que nunca: el 94% planifica sus compras

El Black Friday ya no se vive como una avalancha de compras impulsivas, sino como una búsqueda calculada del mejor precio. Aunque casi la mitad de los consumidores aún no sabe si comprará este año (48%), quienes sí tienen previsto participar (41%) llegan con la lección bien estudiada: cerca del 94% planifica sus adquisiciones con antelación, compara opciones y analiza precios antes de hacer el clic final. Klarna, el banco digital global y plataforma de pagos flexibles, radiografía en su último estudio el comportamiento del comprador español y confirma que la estrategia pesa más que el impulso.

Barcelona duplica las incidencias en segundas residencias en 2025

Según el Instituto Nacional de Estadística (Encuesta Continua de Hogares 2023), cerca de 2,9 millones de hogares españoles cuentan con una segunda vivienda, y el Ministerio de Vivienda y Agenda Urbana (Parque de Viviendas 2024) cifra en 7,73 millones el total de viviendas no principales en España. En la provincia de Barcelona, donde la vivienda vacacional y de fin de semana tiene una fuerte presencia, las incidencias relacionadas con la seguridad se incrementaron un 50 % en 2025, consolidando a la provincia como una de las zonas con mayor actividad de alarmas del país.

La inversión tecnológica en España crecerá un 18% en 2025 hasta los 2.000 millones de dólares

España consolida su resiliencia y capacidad de crecimiento dentro del ecosistema tecnológico europeo. Según la undécima edición del informe State of European Tech, elaborado por la firma de capital riesgo Atomico, se espera que nuestro país alcance 2.000 millones de dólares en inversión tecnológica en 2025, frente a los 1.700 millones registrados el año anterior, lo que supone un incremento interanual del 18%. España ocupa así el séptimo puesto en Europa por volumen de inversión.

Éste sitio web usa cookies, si permanece aquí acepta su uso. Puede leer más sobre el uso de cookies en nuestra política de cookies.