Esta época del año es un momento fantástico para recorrer ciudades del interior con mucho que contar. Aranda de Duero, pese a que no se detiene durante ninguna estación, tampoco es la excepción. Un buen punto de partida para arrancar una escapada por la ciudad burgalesa puede ser la Plaza Mayor, donde se sitúa CIAVIN, el Centro de interpretación de la arquitectura del vino. Supone todo un viaje en el que se nos abrirán las puertas al conocimiento de silenciosas bodegas y lagares con enormes prensas de madera que forman parte de la rica cultura del vino arandina.
Aunque su templo religioso de referencia es la preciosa Iglesia de Santa María la Real, que bien merece una visita, no conviene olvidarse de otra joya del arte sacro como es la Iglesia de San Juan. Primero por su ubicación, ya que está flanqueada por los ríos Duero y Bañuelos. Segundo, porque es anterior a Santa María la Real, ya que los restos románicos de la torre-campanario delatan una construcción previa, que podemos situar a finales del siglo XII, momento en el que la villa se deja abrazar por una muralla defensiva de cierto porte, de la que alguno de los muros de esta iglesia, y su propia torre, podrían haber formado parte.
Naturalmente, no se puede uno ir de Aranda sin haber visitado primero alguna de sus bodegas subterráneas. Hoy se conservan menos bodegas de las que se construyeron, unas por dejar de cumplir su misión y otras por hundimiento total o parcial. Actualmente, existen 135, con sus nombres correspondientes y propietarios respectivos. Algunas llevan excavadas desde los siglos XII y XIII, momento en el que Aranda de Duero comenzó a impulsarse como productor de vino de referencia en la región. Resulta difícil de establecer la longitud de cada una, ya que se ha formado un intrincado laberinto de túneles entre las bodegas, separadas entre sí por una sencilla puerta de maderos de enebro. Si a día de hoy se puede disfrutar de estas bodegas subterráneas, es sin duda gracias a la labor que las 'Peñas' arandinas han realizado y realizan en la conservación de las bodegas, así como la de muchos particulares.
Otro gran atractivo que visitar es el propio río Duero. Recorrerlo a su paso por la ciudad es garantía de encontrar una bella postal, una panorámica que llevarse de recuerdo de una visita mágica. Los ríos Arandilla y Bañuelos también surcan la ciudad, lo que la dota de una serie de puentes que se convierten en un reclamo turístico más. Existen también, un gran número de jardines y paseos que nos permitirán apreciar y admirar una mezcla entre la ciudad y la naturaleza. Aunque para admirables, las extensiones de viñedos, que, descansando sobre un terreno fértil, nos ofrecen no solo uno de los vinos más prestigiosos y reconocidos a nivel mundial como son los Ribera del Duero, sino también infinidad de rutas para recorrer esos campos de vides y bodegas con el objetivo de observar la belleza del entorno y conocer más sobre la elaboración del vino, parte indispensable de la cultura y la historia de Aranda. En estas fechas, además, se puede disfrutar de la vendimia, todo un evento que mueve por completo a la región, llenando las plazas y calles de gente amante del enoturismo.
Si hay algo indispensable en Aranda de Duero son sus asadores y restaurantes. Elegir cualquiera de ellos al azar es un acierto garantizado. En todos ellos se puede disfrutar de una gastronomía local rica en productos de cercanía como los derivados del cerdo, principal la morcilla IGP Burgos. El queso de oveja, con una denominación de origen única, Quesos Región del Duero, son elaborados en su mayoría de manera artesanal y son el complemento perfecto para un buen vino D.O. Ribera del Duero. Aunque el rey de la cocina arandina es, y seguirá siendo el lechazo asado. Una deliciosa pieza de carne servida en cazuela de barro recién sacada del horno que hace que el comensal se estremezca nervioso en su silla al ver como le acercan tan suculento manjar a la mesa. El sabor es inconfundible, la calidad indiscutible, y el recuerdo tras haberlo degustado, ¡Imborrable!
Aranda de Duero goza de una belleza durante estas fechas que solo se puede comprobar con una visita en la que compruebes que sus calles, sus monumentos, sus asadores y sus gentes son los que hacen de esta ciudad el capricho perfecto para el otoño.
Tu opinión enriquece este artículo: