En este sentido, Ximena Díaz Alarcón, cofundadora y CEO de Youniversal, consultora de investigación y tendencias, compartió su perspectiva sobre este concepto emergente: “Es un término que resalta la duración y la importancia de la etapa media de la vida, y que ha evolucionado significativamente en las últimas décadas. Es una etapa que va a durar 25, 30, 40 años. Vamos a haber pasado mucho más tiempo siendo adultos que siendo niños o adolescentes, así que vale la pena repensarse. Y esa es un poco la gran tendencia”.
La “adolescencia de la madurez” tiene paralelismos con el fin de la niñez: cambios hormonales, en la identidad, en el cuerpo, en las creencias, en tu imagen, y en el vínculo con los otros. “Sin embargo, no es lo mismo, porque uno ya tiene mucha experiencia y está preparado para afrontar los desafíos de la vida", expresa Díaz Alarcón.
Este cambio cultural no solo afecta a las personas en su vida diaria, sino que también tiene implicaciones profundas para las empresas. Según Díaz Alarcón, las organizaciones deben comenzar a implementar planes de mentoría inversa, donde se aproveche la sabiduría y el conocimiento de las diferentes generaciones. "Para las marcas, esto significa ir más allá de la segmentación etaria y desarrollar propuestas de valor que respondan a posicionamientos post-sociodemográficos", añade la especialista.
Para ello, es importante desarrollar lo que se llama “inteligencia intergeneracional”, que implica aprender a convivir entre generaciones, inspirarse mutuamente y mejorar intergeneracionalmente. “Esta inteligencia no solo favorece la cohesión dentro de la empresa, sino que también puede convertirse en un motor de innovación. Al integrar diferentes perspectivas y experiencias, las organizaciones pueden abordar problemas complejos de manera más efectiva y adaptarse con mayor agilidad a los cambios del mercado”, detalla.
En este sentido, a través del TRENDLAB de Youniversal, se analizó la tendencia con consumidores y se encontraron algunas claves de acción para las marcas: no caer en “el cliché” y procurar seguir trabajando según la particularidad de distintos perfiles (no enfocarse solamente en la edad), mostrar una visión positiva pero a la vez realista de los desafíos que involucra esta nueva madurez y reconocer el recorrido personal de los consumidores que en esta etapa de vida ya saben bien qué les gusta y que pretenden del consumo en distintas categorías.
Además, fomenta un ambiente de trabajo más inclusivo, donde se valora y se respeta la diversidad etaria, lo que, a largo plazo, contribuye a una mayor satisfacción y retención del talento.
“La madurescencia, al igual que la adolescencia, es un período de transición y autodescubrimiento, pero con la ventaja de la experiencia adquirida. Este nuevo enfoque no sólo redefine cómo las personas viven y envejecen, sino que también desafía a las marcas y empresas a adaptarse a esta nueva realidad”, concluye Díaz Alarcón.
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